La Dualidad de la Ratonera

Me paré a ver lo que había sucedido. Y estaba sentada en la esquina de la ratonera contemplando con la cálida luz de lámpara barata y Tchaikovsky de fondo, el arpa y el lugar eran antítesis, esperanza versus desastre. La ropa amontonada sobre la mesa de ruedas, utensilios de mesa repartidos al rededor, en su mayoría vasos usados. Y había un desierto en el contraste de luz de mis pobres sábanas amarillas que me acogen, como eternas ondulaciones entre lo oscuro y lo claro, la incertidumbre y lo cierto. Una almohada tirada en medio de la pieza con mi cabeza ahí marcada, tenía flores repartidas por todos lados como si hubiesen elegido su lugar por términos de azar, parecía tan suave, tierna e inconsistente, como si las plumas hubiesen tomado sus manos y hicieran suaves cambrés(1).
Pase mis manos por mis oídos y había agua. Elevé mi mirada para saber de dónde provenía y sólo logré contemplar las eternas figuras que la madera construía a sus años. A veces figuras que molestaban e inquietaban por su curiosidad constante, observando cada movimiento que generaba aquí, y otras simplemente efectos colaterales de la naturaleza. A mi lado, fotos de gente que ya no conocía y no me interesaban. Repartidas por la habitación, habían unas cuantas en donde aparecía yo. Con mis ojos enajenados en algo que ya no recuerdo; situada en la mesa de luz, observando extrañamente; puesta arriba del espejo y una donde miraba fijo al foco.
Apareció el fotógrafo del retrato donde aparezco confundida. Tocó mi hombro y salió completamente de la pared de madera teñida con tan mal gusto, subiendo complejamente las piernas como si algo del otro lado le impidiera hacerlo correctamente. Algo dudoso, tocó mi hombro y se sacó el gorro tan peculiarmente antiguo. De él, sacó una análoga sencilla y la sostuvo en sus manos mientras me examinaba. Me dijo con excéntrica expresión que ya había crecido y no tenía siete meses, sino diez y nueve, algo debía haber aprendido a controlar facialmente mis gestos corporales. Le respondí que no se equivocaba y tenía total razón, pero la cara se me caía, incluso de vez en cuando debía subir mis ojos porque se empeñaban en dar vuelta. Curioso esta vez, me observó por un tiempo y me explicó que era un problema de gesticulación espiritual. Mi cara se deformó nuevamente, y con las cejas más cerca de los ojos de lo normal y mis mejillas gravidas debido a mi supuesta falta de dominio gesticulo-espiritual, el hombre tomó la foto y se despidió haciendo reverencia con su gorro.
El agua de mis oídos empezó a molestar. Abrí los ojos y vi nuevamente la almohada impresa en flores azarosas. Me senté en la orilla de la cama, como si fuera a ser más cómodo, como si verdaderamente quisiera sentarme en aquella esquina y observar lo que había. Desde aquí la luz daba desde mi izquierda trasera y el Pas de Deux (2) entraba en mi, entre el agua y salía por el otro lado, sacando cada gota diáfana como corcheas bailarinas . Mis pies tocaban el frío suelo. Lentamente sentía como la calidez la desterraba de esa sensación, así, poco a poco invadía al reino. Y yo les puedo decir, yo lo vi, vi cómo salía de mi almohada de descanso tanta, tanta sangre y no sé por qué. A ella, la almohada, no le quedó otra que elevarse con sus ocho patas y abrió sus ojos, aún con la marca que mi cabeza había dejado ahí hacía un rato. Mostró su gran boca roja, carnosa y maquillada y susurró como meretriz francesa, juntando la boca como si un hilo la atara:
>>Ah, pequeña, pequeña, no me dejas mejor opción. Te conozco tan bien, pequeña, oh y estás tan hundida. ¿Qué no sabes de dónde viene el agua de tus oídos? ¿Qué tan enajenada pudiste estar, oh, y estás ahora, que no recuerdas tu mayor caricia? ¿Quieres que te lo diga?
>>Ah, pequeña, ahí estabas tú, perdiendo total control de todo, pero con tanto silencio, sí, eso es algo que admiramos muchos aquí, yo no podría soportarlo, realmente eres fuerte, pequeña. Ahí me tomaste y me posaste tan tiernamente, como si no culparas a las cosas por ser. Y ahí tendida tan tiesa como una cruz, querida, cerraste los ojos suavemente y tus pestañas trataron de acariciar a las ojeras. Fue en ese intento que caían hacía los lados , y sabes cómo funcionan las cosas aquí en la Tierra con la gravedad, caían sigilosamente, lo cual es curioso, ¿sabes tú?, como si mucha de la mierda que tratabas de arrojar se hubiera concentrado ahí en esas dos lagrimas que al tacto eran tan estremecedoras, pasaban ligeramente por la piel y se desviaban poco a poco guiadas por tu pelo hasta el torbellino de tus oídos. Ahí le siguieron más y tu boca trató de detenerte pero estaba tan vetada como tu alma, así la tienes, pequeña, tan censurada que te ha dejado así y no por venganza, son cuestiones del ser.
>>Ahora, mírame , indicó con sus patas negras, me he tenido que purificar, piensas demasiado, niña, yo no aguanto tanto existencialismo. Cruzó sus patas y relajó su pose. Suspiró y me prometió que cuando abriera los ojos no estarían todas estas gotas, pero que evitara tocarlas directamente. Pero si todo está conectado de alguna forma, quise decir. No en este lugar, me señaló antes de poder susurrar algo en medio de la madrugada.
Sentí el flash que provenía de la puerta. El tipo me miró sonriente entre sus mechones de pelo negro y me dijo que le encantaba sacar fotos cuando nadie se daba cuenta. Él tenía un bigote y era altísimo, se encorvaba para poder caminar a travéz de la ratonera. Pero no le he pedido a nadie fotos. No me importa, yo no hago esto por ti, al menos por tu yo actual, mira, no trates de entender ahora. Pero ¿y si quiero?. No vale la pena desafiar por simplemente contradecir, no en estas cosas. Ten un buen día. Me dijo en la parte frontal de mi cerebro, o un beso, o una mosca.
Me levante y di dos pasos por el suelo ya seco. Me miré y el reflejo de la pequeña hablaba . Sacó la pequeña banca negra que se encontraba del lado de su-mi reflejo, miré atrás y la banca de mi lado permanecía en el mismo lugar. Aclaró su voz como cada vez que hago cuando no sé por dónde empezar.
>>Mira, esto ya está decidido. No hemos planeado nada de esto nosotros. Sólo absorbíamos. La almohada quería renunciar pero no había podido. Ahora descansa bastante. Tú, por tu parte, estás entendiendo todo esto, sólo será confuso pero ya podrás abrir la puerta y ver el resto de las cosas.
Yo, no entiendo nada. Yo no entiendo nada.
Suspiré y miré con esa cara que jamás había querido ver hacer a mi misma. Pas de Deux llegaba a su clímax. Tu ya no estás en la dimensión que siempre conociste, has pasado a formar parte de nosotros. Anoche te acostaste en el piso, tomaste un cuchillo y lo insertaste en el mismo lugar donde tu profesor de anatomía dijo que sería letal. Los de la PDI encontraron tanta sangre como lágrimas por el piso, y tus oídos inundados de lágrimas. Tu última foto es la misma de carné. Al fin y al cabo, la gente jamás quiere recordar a las personas como yo, como realmente somos.
Hice un gran suspiro y finalmente agregué: Ahora ven acá.

***

  1. Cambré: Extensión global o segmentaria de la columna vertebral hacia atrás. Se realiza en primera fase y en posición a anatómica, después se realizan las posiciones abiertas, el movimiento se realiza comenzando por un estiramiento del torso, partiendo de los hombros, hasta donde den las posibilidades de flexión del tronco y regresa lentamente a la posición inicial, cuidando que no se cuelgue la cabeza. (mundoballet.galeon.com/glosario.htm)
  2. Pas de Deux: Ballet de Balanchine, un extracto original de Cascanueces que aparece en Lago de los Cisnes como el cisne muriendo, musicalizado por Tchaikovsky (1960) (wikipedia) https://www.youtube.com/watch?v=KWwb4yvPQ5s

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