Fuera del circo, I

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Fuera de un circo llamado Vía Láctea, miles de marionetistas, gigantes y delgados hombres con caras alargadas y de diversos colores y ropas, empeñaban su vida moviendo delicadamente sus alargadas falanges con el fin de recrear la vida alguna vez vivida en Paralelo, un mundo donde el maestro de pista perdió los cables y culminó con la guerra por el agua, cuando creyeron que el mejor método para poder poner en marcha aquel mundo era el dadaísmo.

Como hombres circenses, no podían dejar que el Universo perdiera la tan clamada entretención que ofrecían las variadas carpas que habían a disposición. El gran maestro entonces optó por el actuar libre de las marionetas, luego de haber sido guiadas por sus trabajadores. Podrían librar sus dedos de aquellos hilos diáfanos y hacerlos tronar por algún tiempo, cuando aquellas marionetas sintieran que estaban seguras de algo que fuera racional y poco revolucionario. <<Espectáculo habrá por montones, sin crear con ello caos>> pensaba el maestro.

Fieles y arraigados a sus normas, estarían encargados de maniobrar su vida sin que ellos se dieran cuenta. Cada paso, cada pensamiento, tendría el especial sello de cada funcionario. Estos eran seleccionados al azar a cualquier marioneta (o persona como les decían de cariño) sin mayor atención a caracteres propios  como lugar nacido, género, o clase social, y en los últimos millones de años había funcionado bien, viendo la vida casi etérea, el universo disfrutaba viendo pequeñas funciones de algún lugar del circo Vía Láctea. Es que había que decirlo: los marionetistas eran avezados profesionales en generar situaciones macabras entre su público. Aquellas marionetas generaban extrañas sensaciones dentro de sus cuerpos, como extrañas muecas en sus bocas hacia arriba, o súbitos derramamientos de agua salada bajo sus ojos que jamás pudieron explicar, cada una a su manera, podía verse la diversidad de marionetas en todo el mundo a tal grado que pocas eran iguales a la otra, una característica que llamaba la atención de los asistentes. Pero había algo que hacía ruido en los pensamientos de los viejos trabajadores Orfeo y Calíope: fuera de que el sueldo era bajo en comparación con la cantidad de público que existía, creían que algo poco revolucionario, no llevaría a una gran obra maestra.

El vacío, como habían decidido llamarlo las personas desde hace muy poco, era un espacio bastante frecuentado últimamente. La tercera dimensión era la única que permitía en efecto, que el show pudiera ser presenciado, a pesar de su pequeñez, ya que el gran maestro de pista decía que no alcanzaba para una dimensión superior. Para todos los marionetistas, era evidente que la sección tercera del Universo estaba en expansión, por lo menos hasta el momento, constante, y sorprendía a algunos que ya hubiese sido al menos comentado entre sus marionetas. Así mismo, lamentaban que el maestro fuera un tipo tan avaro, sin pensar en lo lindo que sería cambiar de dimensiones de vez en cuando, para variar los escenarios.

-Es como si la gravedad funcionara para nosotros-Dijo mirando a la chica andando en bicicleta

-Pero si funciona en nosotros también, sólo que no es ectoplasma, fíjate bien. Allá ya descubrieron esa capa inmunda.

-La gravedad.

-Colocarle nombres tan sofisticados a las cosas está tan de moda como** . Ellos tienen más hilos de lo que creemos, debajo de sus pies en cada intento por seguir adelante, los vuelve a donde los tienen acorralados. Pero fíjate bien, Calíope, que no es sólo una afirmación. Se vuelve metáfora también. Y sabes tan bien como yo a lo que me refiero.

Calíope y Martina suspiraron al unísono.

Orfeo despegó la mirada de Arón y vio a una Calíope con tez malva atribulada.

-Yo sé que esto es complicado.

-Es sólo que no sé si he preparado a Martina para esto. Aun que, honestamente hablando, tengo más miedo por nosotros. ¿Qué pasará con nosotros?

Y a su vez, Martina miraba el cielo algo dubitativa, y volvía a sus hojas.

-Martina posee carácter, no me hagas mencionar las infinitas veces en que ha dejado calladas a las personas, o cuando sus pensamientos nos dejan dudando sobre lo que conocemos. Sobre nosotros, será fácil escapar a algún otro Universo. Pero no seas tan negativa. Podemos crear una Tierra fantástica. Calíope se puse verde turquesa, y disipó un poco del humeante que rodeaba su mente hacia Orfeo, que sintió algo como cosquillas con plumas de cisne rebelde. Ya entre miradas y tiempo pasando ondulante, Orfeo preguntaba a su propio ente por qué no se puso más cerca de Calíope desde un comienzo, y miró en perspectiva el momento en que llegó a la tercera dimensión sin propósito. Vio el cartel buscando gente, la guerra del agua, los amigos que se fueron a probar suerte en dimensiones inferiores, que lo simple podía ser más, que lo complejo prometía, y así, cuando empezó el proyecto Tierra, Orfeo simplemente dijo Santiago de Chile, sin grandes esperanzas. Pronto comenzó a reflexionar aún más sobre las marionetas.

Qué injusto resultaba ser llamados marionetas. Sentía que había una veta peyorativa pronunciándolos, considerándolos de tal forma. Eran como los tales «perros y gatos» que abundaban en sus hogares. Eran las muñecas y muñecos con los que jugaban nuestras marionetas jóvenes controlando cada acción. ¿Qué cosa más trágica podría ser que el ser controlado por algo de lo que no tienes idea que existe? Preguntas así empezaba a formularse a medida que iba tomando consciencia de lo que pasaba a su alrededor. A medida que veía cómo el maestro de pista frecuentaba a ese país en forma de cuadrado que había al norte de la preciosa América. A medida que lograba ver cómo los marionetistas empezaban a tener algún tipo de estatus y regalías mientras que otros no. Y las consecuencias de tanta regalía, de viajes a otros Universos, de una cama con sábanas suaves como la seda humana y entes que vendían su sensualidad frente a ellos sin haber una unión real, no eran tan positivas. No eran equitativas. Veía cómo su país parecía tranquilo en las calles, mientras en aquellas mansiones se pactaba el trato con la mano, y el maletín forrado en cuero. He ahí ese ridículo invento del dinero. ¿En qué momento contrataron a estos idiotas? Decía entonces Caliope. ¿Te das cuenta de lo que se está creando? Pura cuestión tercero-dimensional. Papel, Orfeo, ¡papel!- Señalaba escandalizada con las falanges extendidas hacia algo mucho más allá que lo que aquí llamaríamos cielo. Esto no podemos permitirlo. Se está viciando el teatro, Orfeo-Dijo mirándolo a los ojos, con esa mezcla entre la persona derrotada que aún ve una posible solución. Y aquella era tan pequeña como lo parecía una estrella desde la ventana de Arón, que tocaba la guitarra algo confundido. Orfeo empezó a absorber el sentimiento y sentenció para el infinito:

-Ha sido bueno encontrarnos, entonces.

Y se pactó aún más todo con lo que conocemos como sonrisa.

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